Los siete pecados capitales en charlie y la fábrica de chocolate

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En la encantadora y peculiar obra de Roald Dahl, Charlie y la Fábrica de Chocolate, no solo encontramos una aventura llena de fantasía y dulce imaginación, sino también una representación simbólica de los siete pecados capitales, aquellos vicios que la tradición cristiana considera fuentes de todos los demás pecados. Cada uno de los niños que reciben un boleto dorado, a excepción del propio Charlie, encarna uno de estos pecados, y su destino en la fábrica se convierte en un reflejo de las consecuencias de sus acciones.

Índice de Contenido

La Gula: Augustus Gloop

Augustus Gloop, el primer niño que entra en la fábrica, es la encarnación de la gula. Su apetito insaciable lo consume por completo, y no hay nada que pueda detenerlo. En su búsqueda constante de placeres culinarios, Augustus no duda en devorar todo lo que encuentra a su paso, incluso el río de chocolate, a pesar de las advertencias de Willy Wonka. Su destino, caer al río y ser absorbido por una tubería, es una metáfora de las consecuencias de la gula descontrolada.

La Soberbia: Violet Beauregarde

Violet Beauregarde, la niña masticadora de chicle, representa la soberbia. Su arrogancia y su obsesión por la fama la ciegan a las consecuencias de sus actos. Al probar el chicle experimental de Wonka, a pesar de las advertencias, Violet se convierte en un enorme arándano azul. Su transformación es un símbolo del castigo que recibe la soberbia, que la lleva a perder su forma humana y a ser envuelta en una sustancia azulada.

La Avaricia: Veruca Salt

Veruca Salt, la niña mimada, encarna la avaricia. Su deseo insaciable de poseer todo lo que desea la lleva a actuar con egoísmo y a exigir lo que quiere sin importar las consecuencias. Al entrar en la habitación de las ardillas, a pesar de las advertencias de Wonka, Veruca es arrojada por la basura. Su castigo es una representación de las consecuencias de la avaricia: la pérdida de lo que se ama y la caída en la deshonra.

La Pereza: Mike Teavee

Mike Teavee, el niño adicto a la televisión, representa la pereza. Su pasión por la tecnología lo lleva a descuidar el entorno real y a vivir en un estado de apatía. Al entrar en la sala de televisión y ser transportado, Mike se encoge hasta quedar del tamaño de un muñeco. Su castigo es una metáfora de la pereza, que lo lleva a la inactividad y a perder su propia identidad.

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La Lujuria: Charlie Bucket

En la versión cinematográfica de 2005, Charlie Bucket es presentado como una representación de la lujuria. Su deseo ferviente por el chocolate, como una forma de escape de la pobreza, lo lleva a tomar decisiones impulsivas, como comprarse dos barras de chocolate con el dinero que encuentra en la calle. Aunque su deseo es comprensible, su obsesión por el chocolate puede interpretarse como una forma de lujuria, la cual, en este caso, no se ve castigada, sino que es recompensada.

La Envidia: El Abuelo Joe

El Abuelo Joe es la representación de la envidia. A diferencia de Charlie, su deseo por el chocolate se ha transformado en un sentimiento de amargura y envidia hacia aquellos que tienen lo que él anhela. Su decepción al no obtener el boleto dorado en varias ocasiones, y su actitud crítica hacia los otros niños, son ejemplos de cómo la envidia puede corromper el corazón humano.

La Ira: Willy Wonka

Aunque no es uno de los niños, Willy Wonka, el dueño de la fábrica, también encarna uno de los pecados capitales: la ira. Su comportamiento excéntrico y su carácter impredecible son un reflejo de su ira reprimida. A lo largo de la película, Wonka muestra su impaciencia y su furia hacia los niños que no siguen sus reglas, y su propia historia personal, llena de soledad y aislamiento, sugiere que la ira es un sentimiento que lo ha atormentado durante mucho tiempo.

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En Charlie y la Fábrica de Chocolate, Roald Dahl nos presenta una alegoría de los siete pecados capitales, mostrando cómo estos vicios pueden afectar a las personas y llevarlas a la perdición. Aunque cada niño tiene su propio pecado, Charlie, con su inocencia y humildad, se convierte en el ejemplo de la virtud, demostrando que es posible resistir la tentación y encontrar la felicidad a través de la bondad y la compasión.

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